El agua y los alimentos representan la prioridad principal de la humanidad, a lo cual le sigue la ropa y un techo donde cobijarse.
En una sociedad humana — humanitaria — estos son derechos fundamentales. Hacemos nuestro mejor esfuerzo por velar por que todas las personas puedan satisfacer estas necesidades básicas. En una sociedad masiva, para eso que existe un gobierno, o al menos esa debería ser la razón de su existencia.
Así que ¿qué tipo de humanidad construye masivas torres de apartamentos de lujo mientras hay millones de personas —solo en Los Ángeles hay 600.000— que viven en porches, cocheras, sótanos, en sus automóviles y hasta en la calle?
¿Qué tipo de sociedad aplica un sistema de lotería para escoger a una cantidad mínima de personas sin hogar y a otras que se encuentran casi en la total indigencia para poder recibir ayuda que los propios contribuyentes pagan, a fin de poder costear sus alquileres mensuales?
¿Qué tipo de sociedad usa esa ayuda para garantizar ganancias a los mismos propietarios cuyos aumentos en los alquileres están arrojando a millones de personas a un abismo?
Esa es la sociedad capitalista, nuestra sociedad actual. Y será necesario que el resto de nosotros establezcamos un movimiento enérgico y perspicaz —un movimiento de la clase obrera— para asumir el poder, efectuar los cambios necesarios y lograr que el pueblo, todo nuestro pueblo, tenga una vivienda.
Mientras tanto, imagínense que el gobierno federal está racionando el seguro de desempleo, a fin de que solo el primer 3,3 por ciento de las personas que lleguen a sus oficinas puedan permanecer esperando en fila.
Imagínense que el gobierno federal está racionando el seguro social, a fin de que solamente 20.000 de las 600.000 personas de la tercera edad que reúnen los requisitos obtengan sus cheques.
Imagínense que el sistema de Medicare está usando un sistema de lotería para decidir quién puede visitar un médico, sin importar qué tan precaria sea su salud.
Eso es precisamente lo que está haciendo el gobierno con los bonos de vivienda bajo la Sección 8.
Financiadas con fondos provenientes de impuestos de los contribuyentes, distribuidas por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Humano (HUD, por sus siglas en inglés), las viviendas bajo la Sección 8 están disponibles solo para una pequeñísima parte de los millones de personas que reúnen los requisitos para obtener estos bonos.
Además de ser inmoral, esto es un crimen en contra de la humanidad. Debemos exigir al gobierno federal que los bonos de vivienda bajo la Sección 8 estén disponibles a todas aquellas personas que reúnen los requisitos para obtenerlos. Más que eso, se debería considerar que la discriminación de los dueños de propiedad contra la Sección 8 es un crimen federal. También se debe establecer un límite en los alquileres, a fin de que los especuladores no puedan “ordeñar” los bienes públicos.
El hecho de aclarar todo esto a las personas, de organizarnos en torno a esta causa y de movilizarnos para materializarla puede ayudar a unir a la clase obrera para la que las personas obtengan todo lo que necesitan.
Y esto también logrará que nuestro movimiento llegue a asumir el poder.