Los asesinos de periodistas en México están alimentando una bestia sediente de sangre llamada impunidad

Fotos de José Luis Gamboa, Lourdes Madlonado López y Margarito Martínez
Fotograma de Democracy Now! vídeo, democraticnow.org

Los recientes asesinatos de cuatro periodistas en México han generado muchas preocupaciones para aquellos que cuestionan y escriben sobre la violencia y la corrupción en ese país. Y debemos condenar enérgicamente los recientes homicidios de los periodistas José Luis Gamboa Arenas, Margarito Martínez Esquivel y Lourdes Maldonado López y Roberto Toledo en enero y   Heber Lopez a principios de febrero.

Fotos de Heber López y Roberto Toledo
Izquierda: Heber López / Derecha: Roberto Toledo
Foto / CPJ

Al menos 27 periodistas fueron asesinados en 2021 debido a sus labores. Según los datos para ese año del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), India y México encabezaron la lista de países con el mayor número de muertes de personas que trabajan en los medios de comunicación. De ese total, cuya cifra ha aumentado con tres asesinatos más desde la publicación del informe del CPJ sobre ataques a la prensa, con fecha del 9 de diciembre, se señaló que 21 de estos fueron asesinatos en represalia por sus reportajes. Cuatro más fueron asesinados mientras informaban desde zonas en conflicto, mientras que a otros dos los mataron mientras cubrían manifestaciones o enfrentamientos callejeros que se convirtieron en hechos mortales. Seis de estas personas asesinadas eran periodistas mexicanos.

Fotos de periodistas asesinados en una barandilla y una reunión de simpatizantes y periodistas
Periodistas y simpatizantes salieron a las calles de México a fines de enero para protestar por el continuo asesinato de periodistas.
Fotograma de Democracy Now! vídeo, democraticnow.org

A la fecha de hoy, al menos tres periodistas han sido asesinados en México en lo que va del año y dos de estos, el de Margarito y el de Lourdes, se perpetraron en Tijuana. Margarito era muy bien conocido y respetado allí y su muerte conmocionó y sorprendió a muchas personas.

El actual presidente de México, Andrés Manuel Obrador, hizo un llamado el lunes a una investigación exhaustiva y advirtió que no se debían sacar conclusiones precipitadas sobre los motivos del asesinato de Lourdes Maldonado López, una periodista de Tijuana que en algún momento buscó la ayuda de este mandatario.

Según una declaración de la Fiscalía General del Estado de Baja California, el cuerpo de Lourdes Maldonado fue encontrado con heridas mortales de bala dentro de un automóvil. Las autoridades recibieron una llamada al 911 alrededor de las 7 p.m. y descubrieron el cuerpo sin vida de la periodista.

En 2019, Maldonado asistió a la conferencia de prensa matutina que realiza el presidente López Obrador y le solicitó su ayuda porque, según lo afirmó, “temo por mi vida”.

Desde hace varios años, Lourdes Maldonado había venido librando una disputa de índole laboral con Jaime Bonilla, quien, posteriormente, resultó electo como gobernador de Baja California, en calidad de candidato de MORENA, el mismo partido del presidente López Obrador. Él dejó de ocupar ese cargo a finales del año pasado.

Lourdes Maldonado había anunciado recientemente que había resultado victoriosa en la disputa que tenía con una empresa mediática propiedad de Bonilla, después de nueve años de litigio.

 Maldonado había cubierto temas de corrupción y política en Tijuana y fue víctima de agresiones debido a su trabajo como periodista. Ella estaba inscrita en el sistema de protección estatal para periodistas que han recibido amenazas, pero el grupo no aplicó las medidas de seguridad necesarias.

El 17 de enero, otro periodista de Tijuana, el fotógrafo Margarito Martínez, fue abatido a tiros fuera de su hogar. Él era muy conocido por cubrir escenas de crimen en esa ciudad plagada de violencia. Martínez trabajaba para un medio noticioso local llamado Cadena Noticias, así como para otros medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales.

Recientemente, él había recibido varias amenazas y, por ello, una organización local había solicitado su protección. Leopoldo Maldonado afirmó que los colegas de Martínez habían logrado obtener para él una “línea directa con la Guardia Nacional”, pero ni esto no lo salvó.

No hubo ningún indicio de que ambos asesinatos guardaran relación alguna. Tijuana es una ciudad que ha estado devastada por la violencia por las drogas debido a las luchas que libran los carteles rivales por controlar los puntos lucrativos de trasiego ilícito en la frontera y el comercio callejero de drogas en Tijuana.

Según el Comité para la Protección de los Periodistas, México es el país más violento en el hemisferio occidental para los que se dedican a esta profesión. El problema principal es la impunidad, algo que han reconocido los miembros de la presente administración, incluido Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, aunque el mandatario mexicano ha desestimado esto como un problema de sus predecesores.

Más del 95% de los asesinatos y de las desapariciones de los periodistas en México nunca se han enjuiciado y mucho menos ha llegado a dictarse una sentencia. Al rastrear los ataques contra los periodistas desde que inició la administración actual el 1° de diciembre de 2018, se ha descubierto que al menos 32 han sido asesinados y otros 15 han desaparecido.

Muchos de los atentados han ocurrido en áreas en las que está presente el crimen organizado y hay altos niveles de violencia generalizada, tal como sucede en Tijuana, donde se puede ordenar y perpetrar un asesinato, sin ningún tipo de consecuencia.

Según datos del gobierno federal, en diciembre anterior, Baja California experimentó el segundo mayor número de homicidios per cápita. En 2021, casi 2.000 personas resultaron asesinadas en Tijuana.

Durante toda una década, México ha contado con un “mecanismo” federal para ofrecer protección a los periodistas y a los defensores de derechos humanos que enfrenten amenazas. Unos 500 periodistas y 1.000 activistas de derechos humanos están inscritos en ese mecanismo.  La mayorías de los estados han establecido sistemas similares.

Las medidas son diversas y van desde botones de alarma (o de “pánico”) y sistemas de seguridad instalados en sus viviendas hasta la contratación de guardaespaldas. Sin embargo, debido a que la colaboración entre el crimen organizado y diversos funcionarios gubernamentales es tan común y frecuente, se sospecha que hay criminales que están bajo una protección respaldada por el propio gobierno.

Durante los últimos 5 años, se ha asesinado a 10 periodistas con algún tipo de protección. También se han observado cientos de casos de intimidación, robo de equipo y detenciones temporales que nunca se investigan y algunas veces ni se notifican.

Mientras no se arreste, se enjuicie y se sentencie o se condene a alguien por el asesinato de periodistas en México, no es posible contar con una red de protección para estas personas tan valientes que escriben la verdad sobre un país al que aman.

Debemos apoyar a los periodistas tanto de México como del resto del mundo, quienes trabajan para contar la triste e incómoda verdad sobre sus gobiernos y sociedades.

PROTESTA POR LA MUERTE DE DEFENSORES DE DERECHOS HUMANOS HACE 30 AÑOS

La siguiente es una historia personal sobre cómo confronté al gobierno mexicano durante la administración de Carlos Salinas de Gortari entre 1990 y 1994, cuando protesté afuera del consulado de México en Los Ángeles, junto con otras personas, debido a los asesinatos de periodistas y activistas de derechos humanos.

Todos debemos denunciar estos asesinatos de periodistas y defensores de derechos humanos.  En los años 90, cuando vivía en Los Ángeles y era Director Regional de Amnistía Internacional, ayudé a dirigir diversas manifestaciones afuera del consulado mexicano, a fin de exigir justicia para esos periodistas y activistas de derechos humanos que fueron asesinados y que el gobierno de Salinas de Gortari estaba atacando.

Posteriormente, recibí una invitación por correo para asistir a una conferencia muy importante. Parece que tanto Salinas como yo fuimos invitados a realizar una presentación en esa conferencia en la Universidad de Stanford. Salinas se quejó porque yo iba a participar, me llamó terrorista y exigió que no se permitiera asistir a la conferencia. Debido a esta acusación, hubo una larga y prolongada lucha administrativa con la universidad, pues yo estaba intentando que comprendieran que yo no era una persona violenta. Al final, yo gané la batalla y se me invitó nuevamente a participar en la conferencia. El presidente Salinas de Gortari y yo solo estuvimos en el mismo salón durante el banquete de apertura y mi mesa se colocó lejos de la del mandatario. Yo había escrito una carta que quería que se la entregaran a Salinas de Gortari, la cual incluía los nombres de las personas que su gobierno había asesinado recientemente.

Invité a una muy buena activista de Amnistía para que compartiéramos durante la cena. Ella se había arreglado y vestido elegantemente para esta actividad y se veía como una de esas rubias estrellas de cine… Detrás de mí estaban de pie dos de los guardas de seguridad de Salinas de Gortari, al igual que otras dos miembros del personal de seguridad de la universidad, quienes me seguían muy de cerca y hasta me siguieron cuando fui al baño. Ya dentro del baño, cuando me estaba acercando al urinal, pregunté en un tono jocoso:” ¿Puede alguno de ustedes, muchachos, ayudarme con mi zipper? Parece que se me quedó atorado”. Ante mi sugerencia, los guardas fruncieron el ceño y por supuesto que no me ofrecieron su ayuda.  Les pregunté cortésmente, tanto en inglés como en español.

Al regresar a mi mesa con los cuatro guardas de seguridad detrás de mí, es probable que otras personas que me estaban observando pensaran que estos cuatro hombres estaban allí para protegerme de cualquier peligro. Cuando me senté, me incliné para acercarme a mi colega invitada para mencionarle que estaba frustrado porque no iba a poder entregar la carta a Salinas. Ella se quedó pensativa por un minuto y me pidió en voz baja que le pasara la carta por debajo de la mesa.  Pronto, nuestras manos se estrecharon debajo de la oscuridad de la mesa.  Después de recibir la carta la colocó dentro de su cartera.

Ella se disculpó, se levantó y tomó unos cuantos pasos hacia los baños, para después hacer un giro y caminar rápidamente en línea recta hacia la mesa donde estaba Salinas de Gortari. Dirigiéndose hacia él, le ofreció una cálida sonrisa… Después, ella se inclinó hacia él para estrechar su mano y saludarlo, mientras los ojos de Salinas se centraban en otras partes de su cuerpo.

Pronto, ella ya le estaba entregando la carta, la cual él recibió y abrió con mucho entusiasmo. Una vez que vio el papel membretado de Amnistía Internacional y mi firma en la carta, en la cual describía las muertes de esos periodistas y activistas de derechos humanos, se le transformó el rostro en amargura. Mi amiga le dio las gracias, siempre con una sonrisa, y rápidamente regresó a la mesa donde yo estaba sentado. Nuestras manos se unieron bajo la mesa, celebrando lo que había sucedido.

Después de esto, me sentí feliz y finalmente pude cenar y disfrutar del resto de la noche.

Siempre debemos alzar nuestras voces como protesta y, dentro de este proceso, trabajar para proteger las vidas de aquellas personas que se atreven a decir la verdad sobre la violencia y la corrupción de sus gobiernos y sociedades.

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