Diversos analistas están advirtiendo que no se vislumbra el fin de los aumentos en los alquileres. El Secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD, por sus siglas en inglés) está denominándola “la peor crisis para costear alquileres que se haya visto jamás en este país”.
Esto es algo muy grande. ¿Qué está sucediendo?
Para empezar, hay un enorme excedente de dinero deambulando por todo el mundo, bajo el control no de las personas que lo necesitan, sino de la gente que lo “posee” —los oligarcas capitalistas.
Por ejemplo, la empresa Apple, que fabrica los teléfonos iPhone, las tabletas iPad y las computadoras iMac, tiene más de $200 mil millones que no ha podido invertir.
Con anterioridad, el efectivo podría haberse transformado en capital productivo, con el cual se abrían fábricas, molinos y minas que empleaban a millones de personas para producir las cosas que necesitamos.
La producción actual está cada vez más computarizada y robótica. Por ejemplo, Amazon dotó con robots sus cuatro nuevas bodegas — y Amazon está vendiendo a precios más bajos que JCPenney, Sears, Macy’s y otros mayoristas grandes, los cuales están cerrando tiendas y despidiendo a su personal, compuesto por humanos de verdad.
Esta es una revolución económica. La economía tradicional está a punto de colapsar, y los oligarcas con grandes cantidades de dinero —el 1 por ciento, compuesto por capitalistas— están buscando invertir en cualquier cosa que les permita extraer valor del 99 por ciento, compuesto por la clase obrera.
Con anterioridad, ellos dejaban que los alquileres de casas y apartamentos estuvieran en manos de pequeños inversionistas: esos pequeños propietarios familiares que pasaban muchas horas nocturnas haciendo su contabilidad con papel y lápiz. Ellos mismos se encargaban de recaudar el alquiler y de efectuar las reparaciones necesarias.
Ahora las empresas globales de gestión de propiedades, tal como Brookfield, han computarizado todo el proceso y están mercadeándolo entre sus inversionistas con mucho dinero, en su búsqueda por obtener reintegros fáciles. Y lo están haciendo a larga distancia, sin tan siquiera tener que ver a sus inquilinos a los ojos.
Lo curioso es que su dinero no consiste en oro, sino en electrones en sus computadoras, y lo mismo sucede con los títulos de propiedad que poseen. Si el 99 por ciento se alzara de forma unida y dijera: “Ya es suficiente, construimos esto, lo usaremos y es nuestro”, el 1 por ciento se escabulliría hacia la sombra.