Jennifer Van Hove-Nagtegaal, Estudios abiertos estudiante en la Universidad de Calgary, Calgary, Alberta, Canadá
Me encuentro en una etapa interesante de la vida. He recogido la sabiduría que viene de pasar casi tres décadas en este mundo, pero a la vez me doy cuenta que tengo mucho que aprender. Así es la belleza de la vida: el equilibro entre estar constantemente aprendiendo y a la vez compartiendo nuestro conocimiento. Mi carrera como maestra me provee un podio desde el cual puedo enseñar a mis estudiantes, pero como estudiante universitaria a la vez puedo disfrutar el proceso de aprender de otros más bien informados que yo.
La esperanza que tengo para la humanidad es que valoremos y personifiquemos el aprendizaje permanente, para que la próxima generación también valore y personifique la devoción a la educación. El resultado será un ciclo de siempre demostrar y compartir los mismos valores educativos para las generaciones futuras. Un elemento clave para permitir que este ciclo funcione es la tecnología.
Vivimos en una sociedad en la cual la tecnología está integrada. Las herramientas tecnológicas proporcionan el acceso a un océano de información que es corriente y relevante; facilita en las aulas el aprendizaje interactivo y lecciones más dinámicas; y provee accesibilidad a las instituciones educativas en línea para las personas que una vez fueron restringidas por ubicación. Pero, a la vez es el mismo instrumento que contribuye a nuestra impaciencia, y deseo de todo al instante. Estos valores son al mismo tiempo polos opuestos: al instante vs permanente.
Pertenecemos a una cultura que es cada vez más impaciente. Gracias a la tecnología todo está accesible instantáneamente. Así, la barrera más grande para la gente joven es lo que ellos creen que es su mayor activo: la impaciencia que provoca en nosotros la tecnología. Hay un nuevo verbo presente en los ámbitos de aprendizaje que ni siquiera existía hace veinte años: googlear. Dos palabras que fluyan rápidamente y naturalmente en casi cada lengua: ‘google it’. Ésto ha creado una cultura del conocimiento inmediato y superficial, a diferencia de un entendimiento profundo que lleva tiempo para aprender. Es urgente que reconozcamos que la tecnología promueve la complacencia. Se ha acuñado un término que explica esa impaciencia complaciente: la ‘gratificación instantánea’.
Aunque sea un gran dilema, hay esperanza para la humanidad. La otra cara de esta moneda es el anhelo del crecimiento personal y el aprendizaje permanente. Con tal de que la tecnología sea una parte íntegra de nuestra sociedad, es importante que los jóvenes apliquen el criterio del discernimiento. Tienen que entender que la herramienta tecnología es parte del proceso de aprendizaje, pero no la única herramienta. Es aconsejable que los profesores, padres, y mentores comuniquen a los jóvenes el deseo del aprendizaje y los beneficios que esto trae a sus futuros. Además es imperativo que los jóvenes no caigan víctimas de la idea de la satisfacción inmediata, sino que tengan la paciencia y la motivación para convertirse en ciudadanos integrales de sus sociedades.