El G8 se reúne para mantener firmemente la economía en manos de la élite capitalista
Los guardianes de las economías más grandes del mundo celebrarán una cumbre en Camp David los días 18 y 19 de mayo, dándose cita como el Grupo de los Ocho (G8). Los jefes de Estado tienen la tarea de restructurar el sistema de la propiedad privada corporativa en la era de la globalización.
La administración Obama decidió trasladar el punto de reunión al lugar militarizado de retiro presidencial en las montañas de Maryland después que el movimiento “Ocupar” planificara llevar a decenas de miles de manifestantes a Chicago, donde originalmente se había programado la cumbre.
Los propios jefes de Estado se encuentran entre la espada y la pared. A medida que la tecnología remplaza cada vez más obreros y elimina más y más puestos de trabajo, la demanda final se está contrayendo. Aun así, la incesante motivación de obtener ganancias hace que los propietarios de las corporaciones disminuyan los costos de producción al remplazar a los obreros con máquinas computarizadas.
A medida que eliminan los puestos de empleo, reducen los presupuestos gubernamentales y disminuyen los salarios, estos mega capitalistas niegan a sus obreros el dinero suficiente para comprar los bienes que producen. Esto en cambio menoscaba el sistema capitalista en su totalidad.
Así que la globalización está profundizando la división entre los ricos y los pobres. De forma colectiva, las 50 personas más ricas del mundo se pagan a sí mismas más que el ingreso anual que les pagan a los 416 millones de personas más pobres del mundo. En su mayoría, estos 50 capitalistas viven en los países que conforman el G8; sólo en los Estados Unidos se encuentran 20 de los mismos.
Ellos son los propietarios de empresas y corporaciones tales como Walmart, Microsoft, Oracle, Google, Amazon, Nike, Cemex, América Móvil y Grupo México.
Al mismo tiempo, aproximadamente el 40 por ciento de los habitantes del mundo reciben únicamente el 5 por ciento del ingreso global que ellos mismos ayudan a generar, mientras que más de la mitad de este ingreso global se asigna al 20 por ciento más rico de la población.
Existe una correlación directa entre el G8, la pobreza y los movimientos migratorios. Las políticas del G8 fomentan la compra y venta de mano de obra barata entre los países desarrollados y subdesarrollados —es decir, entre el sur global y el norte global. La demanda de mano de obra barata en los países “desarrollados” predominantes se abastece mediante una abundante mano de obra barata en los países “subdesarrollados” subordinados.
Los capitalistas globales sumergen a los inmigrantes en el mercado mundial para minimizar los costos de producción (y maximizar sus ganancias) —cuándo y dónde se necesita esta mano de obra.
La inmigración se ha transformado en un tema central durante el Siglo XXI. Actualmente, hay más gente que se traslada de un lado a otro que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad, y la cantidad continúa aumentando. En el mundo de hoy, unas 214 millones de personas en el ámbito mundial viven fuera de sus países de origen, en comparación con 191 millones apenas en el 2005.
El capitalismo global ha transformado a una de cada 33 personas en un(a) trabador(a) migrante.
En los países a los que emigran, estos trabajadores globales constituyen el sector más vulnerable de la clase obrera. Ellos sufren las violaciones más descaradas a los derechos humanos y trabajan bajo las peores condiciones de explotación fabril.
Los migrantes globales reciben ataques provenientes de todas partes y se han transformado en los chivos expiatorios de las propias fallas del capitalismo. La estrategia de los capitalistas de “dividir y conquistar” ha colocado un blanco de tiro en las espaldas de los obreros migrantes, transformándolos en animales de caza. Los grupos de personas que toman la ley en sus propias manos, el ICE y los agentes policiales los persiguen y acorralan –en la frontera, en sus trabajos, en la iglesia y en sus hogares.
La migración se ha convertido en el chivo expiatorio en general para los problemas internos –la falta de trabajo, la educación pública en deterioro y los servicios inadecuados de salud. La campaña en contra de la inmigración sentó las bases para que Arizona y otros estados aprobaran leyes migratorias draconianas.
Los Estados Unidos no es el único país que está haciendo esto, ya que otros también han tomado medidas similares.
Por ejemplo, en el 2009, el Parlamento británico, aprobó una de las leyes más severas en contra de la inmigración. La misma penaliza a los inmigrantes indocumentados con multas que van desde $7,500 hasta $15,000 y permite que los funcionarios de migración los encarcelen hasta por seis meses.
No se puede permitir que continúe este ataque a los trabajadores migrantes. En mayo, miles de personas participarán en manifestaciones durante la cumbre del G8 para protestar no sólo contra las guerras injustificadas y el calentamiento global, sino también debido a las políticas migratorias que transforman a los indocumentados en animales de presa.
Los obreros ya no pueden permitir que las fronteras nacionales frenen nuestra lucha.