Hay que unirnos para sobrevivir

Durante décadas, millones de latinoamericanos han luchado por llegar a los Estados Unidos y buscar un trabajo, soñando así con prosperar y comprar una vivienda. Ahora, el “sueño americano” se está destruyendo, tanto para los inmigrantes como para los anglosajones.

En sus países de origen en América Latina, la nueva oligarquía global está arruinando a los pequeños agricultores al inundar el mercado con maíz barato. Y esto está obligando a los inmigrantes a dirigirse hacia el norte, en busca de trabajo.

En los Estados Unidos, la misma oligarquía está automatizando la producción por completo y está empu-jando a la clase obrera del país, paso a paso, hacia una pobreza que no se había conocido por generaciones.

Carlos Slim puede ser mexicano y Bill Gates estadounidense, pero ambos forman parte de una misma oligarquía global entrelazada. Ambos venden en los mismos mercados, compran acciones de sus empresas mutuas y asisten a las mismas reuniones globales.

Más importante aún, a ellos los impulsan las mismas fuerzas, espe-cialmente la revolución tecnológica que está computarizando puestos de empleo en todas partes y dejando permanentemente sin trabajo a millones de personas. Ahora ellos necesitan menos y menos obreros para producir más y más.

Para los estadounidenses de nacimiento, la idea de ser gobernados por una oligarquía que controla tanto la política como la economía es algo nuevo. Desde la Segunda Guerra Mundial, ellos han pensado que forman una “sociedad” con los grandes negocios estadounidenses.

Están aturdidos, pues están poniendo su mundo de cabezas. Están perdiendo la vida privilegiada que consideraban como algo normal. Han desaparecido los buenos trabajos y los salarios están en picada. Asimismo, están perdiendo los servicios de atención a la salud, sus jubilaciones y su propio sentido de identidad.

Aún así, no hay mal que por bien no venga y hay algo positivo para los obreros en los Estados Unidos, tanto los inmigrantes como los que nacieron en el país. Ahora nos es posible ver que somos hermanos y hermanas, más allá de las diferencias.

Ahora podemos ver que debemos unirnos si vamos a cerciorarnos que nuestra clase – la clase obrera – obtenga tan siquiera las cosas básicas que necesitamos para sobrevivir.

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