Con más de 1,000.000 deportaciones de mexicanos desde que asumió el poder, la administración de Obama ha casi duplicado las acciones de ejecución de las leyes migratorias, más de las que se aplicaron durante la época de Bush. Esta es una despiadada hazaña que va encaminada a superar la “repatriación” forzada de la administración Hoover durante la Gran Depresión, cuando cual 1,2 millones de mexicanos, muchos de los cuales eran ciudadanos nacidos en los Estados Unidos y ni siquiera hablaban español, fueron regresados a México en vagones de ganado.
Las estadísticas fallan en describir el sufrimiento e injusticia de ICE.
Como mexicano-estadounidense y trabajador bilingüe en el área de recursos humanos, con frecuencia empleado para la dotación de personal en lugares de trabajo en los que principalmente se habla español y que se necesita mano de obra de bajo salario se que siempre hay el peligro de una redada. El invierno pasado, un funcionario del ICE comunicó a la empresa que habría una “auditoría al azar” de la documentación oficial de empleo. La citación judicial exigía la entrega de todos los formularios de trabajo y se despidiera a todos los empleados “indocumentados”, o la empresa, enfrentaría grandes multas y hasta tiempo en prisión.
A pesar de que los directivos de la empresa contrataron a los mejores asesores jurídicos para buscar la forma de evitar esta determinación y para ayudar a fundamentar el caso de los trabajadores, las políticas del ICE predominaron. El viernes 13 de mayo, 24 trabajadores fueron despedidos sin mayor novedad, salvo, por supuesto, sus sueños rotos, la desilusión, las lágrimas y las expresiones sombrías reflejadas en los rostros de aquellos que debían lidiar con las consecuencias.
Durante los tres meses siguientes, luchamos por llenar el enorme vacío en nuestra fuerza laboral, para poder encontrar obreros calificados que contaran con las habilidades suficientes para hacer un buen trabajo y aceptar salarios bajos. La producción sufrió y muchos fueron despedidos, entre ellos yo.
Perdimos a personas buenas, a nuestros amigos. Los 24 provenían de México o de Centroamérica y son víctimas de la fallida política comercial, exterior y contra las drogas que ha instituido los Estados Unidos. Muchos de ellos fueron desplazados por el colapso económico en Mexico causado por los acuerdos de libre comericio como NAFTA. Muchos eran padres de familia quiénes habían escapado de la violencia de la “Guerra contra las Drogas”. Algunos era refugiados políticos de Centroamérica oprimidos por las cuadrillas de la muerte entrenadas por los Estados Unidos. y los mercenarios que protegían las inversiones de Wall Street.
¿Dónde está la justicia para estos obreros económicamente desplazados, para los padres de familia que huyen de la violencia y para los refugiados políticos que vinieron “al norte” en busca de un salario y de un trabajo diario que fuera honesto?