Entre 1942 y 1964, los gobiernos de Estados Unidos y México, firmaron un convenio de colaboración binacional, conocido como Programa Braceros, que consistía en el otorgamiento de permisos provisionales de trabajo a jornaleros agrícolas mexicanos para cruzar a los Estados Unidos. En el ínterin de esas poco más de dos décadas, cruzaron la frontera poco más de 5 millones de mexicanos para la explotación de los campos agrícolas norteamericanos, la discriminación por parte de las autoridades era evidente ante una población que se presentaba como peligrosa, pero necesaria ante la falta de mano de obra barata para el trabajo agrícola.
A los llamados braceros (ya que su trabajo lo desempeñaban principalmente con sus brazos), se les retenía durante su estancia, un porcentaje – un 10% de su pago bajo la consigna de que al finalizar su contrato, se les regresaría ese dinero en una especie de ahorro, pero en la realidad, nunca se les hacía llegar esa retención. Fue hasta décadas después, que el gobierno de los Estados Unidos regresó una cantidad estimad correspondiente a esos millones de trabajadores agrícolas a las arcas del gobierno mexicano, mismo que no realizó el pago a los ex braceros. Ya entrados en el nuevo milenio, el año 2000, en el ambiente de las campañas presidenciales de México, es que uno de los candidatos de oposición, Vicente Fox del Partido Acción Nacional, se comprometió a recuperar ese dinero y entregarlo a los ex braceros.
Sin embargo, al pasar los años ya en poder, y con el fin de su sexenio, el dinero nunca llegó a los bolsillos de los interesados, mismo que oscilaban entre 70 a 90 años de edad y que en su mayoría, vive en la más absoluta de las miserias y precariedad. Al inicio del nuevo sexenio encabezado por Felipe Calderón, se retomó el tema a nivel nacional, logrando grandes movilizaciones en todo el país y creando una gran cantidad de organizaciones de ex braceros que se dispusieron a ocupar plazas, monumentos, parques, y demás espacios públicos en todo el país, desde entonces, miles de ex braceros, esperan que el gobierno federal asuma su compromiso de entregar los que por derecho les pertenece a los ex trabajadores agrícolas.
Así, desde hace siete años, el grupo de ex braceros de Ciudad Juárez, Chih., México, hemos tomado el Monumento a Benito Juárez, cada domingo, cientos de ex trabajadores agrícolas del Programa Braceros se reúnen para comentar noticias sobre el pago de sus recursos, conviven y sobre todo, se solidarizan creando una red de apoyo a quienes se encuentran en situación de total abandono y olvido por parte de las autoridades federales. El grupo de ex braceros, ha pasado de la indignación a una situación de hartazgo social, donde la expresión general de los miembros del colectivo es: “no estamos indignados, estamos hasta la madre”, lo cual, refleja el grado de cansancio y desesperanza que guardan los ex braceros respecto a sus autoridades.
En los siete años de lucha y ocupación permanente del llamado monumento a Benito Juárez, como uno de los iconos y sitios históricos de la ciudad, se ha ido conformando una experiencia histórica material que recupera la memoria histórica de un pueblo. De una resistencia al sistema neoliberal que ha logrado globalizar en muy poco tiempo, los peores malestares de la modernidad: la precarización, la violencia, la pobreza y la brecha social entre los que tienen todo y los que no tienen nada. La recuperación de la memoria histórica de estos ex braceros, es la recuperación de la dignidad de un pueblo que trabajaba para vivir y no de un pueblo que vive para solo para trabajar, es decir, que su actividad principal es el trabajo para las grandes empresas transnacionales que acaparan la vida y juventud de cientos de miles de trabajadores industriales de la ciudad.
En el norte de México, en la frontera, el movimiento de los ex braceros, es un ejemplo de lucha por la recuperación de la memoria y la dignidad. Es la ocupación de una plaza desde hace siete años, que expresa el rechazo de un gobierno y sus autoridades federales que no han querido entregar lo que por derecho les corresponde a los ex braceros. Es un claro ejemplo a los más jóvenes de que la lucha por la dignidad es posible en un contexto de tanta violencia y abandono institucional. Y es además, un grito de esperanza en contra de la indiferencia de muchos ciudadanos que aun no se animan a protestar, de gritar como cada domingo lo hacen los ex braceros: “no estamos indignados, estamos hasta la madre.”