El poeta Jack Hirshman duerme como un lirón

Jack Hirshman
Jack Hirshman

Para la artista sueca Agneta Falk, su alter ego

Conocí al poeta Jack Hirshman (1933-2021) en una lectura en Nueva York, su ciudad natal, en 1983. Jayne Cortez me condujo hasta la mesa donde autografiaba ejemplares de sus poemarios. Pudimos intercambiar alguna sonrisa, libros y ese afán –que nunca murió en él–  de cambiar al mundo, de mejorarlo a través del oficio de la poesía.  Toda su infancia y juventud transcurrieron en La Gran Manzana.  Sin embargo, ya en 1973 se estableció en California, en su hermoso San Francisco.

Jack escribía a diario pero no sólo la escritura era necesidad cotidiana sino que, con gran conciencia individual, se incorporaba en su país a los círculos más prestigiosos de poetas.  Su vocación generó formas inéditas para organizar encuentros, para aglutinar las expresiones poéticas más opuestas; sin embargo, Jack encontró un denominador común: el sentimiento de inconformidad, al menos, ante la opresión, la desigualdad y, asimismo, a favor de un mundo mejor.  Editor inefable de antologías  –hoy clásicas–;      traductor y promotor incansable, la obra y la gestión poéticas de Jack Hirshman se asentaron en los más legítimos pilares de la identidad de la  Bahía.  Como dijera Opal Palmer Adisa, una poeta joven de origen jamaicano, “Jack fue un inmenso poeta que respetaba y, por eso mismo, alentaba la diversidad y la inclusión”.

Ya en 2017, fue Jack quien me llevó a casa de Lawrence Ferlinghetti  –no lejos de la suya, en North Beach–; allí comimos fresas, enormes e intercambiamos citas de Walt Whitman, Gregory Corso, Martín Espada y nos divertimos de lo lindo. 

Jack fue y es un militante de la poesía en la que creía como alimento espiritual y como herramienta capaz de revertir el desequilibrado orden del planeta.  Por eso su verso es antibelicista, anticolonial y se manifiesta como una señal, no sólo virtual, contra la inminente decadencia del imperio.  Admiro su serie de poemas titulada Los arcanos, una de las más recientes.  En sus páginas conmovedoras, respiramos la esperanza de cambiar al universo que nos enajena de una condición humana sin la cual no podemos obtener ninguna utopía por bella que fuese. 

La noticia de su muerte llegó a través de los amigos.  Jack se desplazó a una ciudad, no muy lejana, para leer poemas pues, como se sabe, era un ferviente participante del Movimiento Poético Mundial.  Tras una larga jornada ocurrida en un sitio nombrado Half Moon (Media Luna) llegó a su casa de North Beach y se tiró en la cama, algo cansado, para recuperar algún aliento y enfrentar la vida de todos los días.  Y entonces, el poeta Jack Hirshman, sin saberlo, se despidió del mundo, y de nosotros, mientras duerme como un lirón.

La Habana, 23 de agosto, 2021

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