Existen cerca de 9 millones de puertorriqueños en el planeta nacidos en la isla de Puerto Rico o en los Estados Unidos de Norte América, Es una población comparable a la del estado de Nueva Jersey. La geografía del archipiélago es pequeña, aproximadamente 100 millas de largo por 35 millas de ancho u 8,870 kilómetros cuadrados; la isla es comparable al tamaño de Connecticut, el estado número 48 en los Estados Unidos. A pesar de su reducida población y tamaño territorial, el impacto de los puertorriqueños a nivel mundial trasciende en el campo de los deportes, la música, y los concursos de belleza. En el centro de su historia se encuentra la lucha por su independencia a nivel tanto individual como colectivo, así como su compromiso solidario con las luchas por la justicia social de otros individuos en el mundo.
Raíces de un pueblo al fuego de la batalla por su Independencia
Borikén o Borinquén es el nombre que la nación tribal indígena Taína llamó a la isla. De ahí la razón por la cual a los puertorriqueños se nos conoce como boricuas o puertorriqueños. Según los colonizadores europeos de España, Borinquén significaba, “la tierra del señor valiente”. No obstante, el llamado señorío incluía 15 mujeres líderes de cacicazgos (unidad de gobierno indígena dentro de la confederación Taína en Borinquén). Los indígenas taínos luchaban contra los ataques de otros pueblos caribeños, con quienes también se aliaron para combatir la invasión y explotación española.
La colonización europea trajo como secuela la esclavitud de gentes provenientes de África, quienes también desafiaron su situación de opresión mediante la fuga, la subversión secreta y la rebelión. Muchos de los llamados cimarrones (esclavos rebeldes o fugitivos) se fugaron hacia las partes más recónditas del interior borincano donde frecuentemente unieron fuerzas con los indígenas taínos. A ellos también se unieron soldados, marinos descontentos y rebeldes con el régimen colonial, esclavos africanos que se habían fugado de otras islas caribeñas -todos buscando un respiro de libertad debido al yugo colonial europeo. Libres del enclave colonial ubicado en San Juan, la capital política y bastión militar del imperio. Estos fugitivos por la libertad sobrevivieron suplementando el cultivo de la tierra y la pesca con el contrabando de carnes, cuero, jengibre y otros productos agrícolas que eran necesitados por piratas y comerciantes europeos y norteamericanos. Estas son las raíces principales del desarrollo de la clase trabajadora puertorriqueña años más tarde.
Fueron tres siglos, desde el llamado descubrimiento de Puerto Rico en 1493, durante los cuales el imperio español, ocupado con la explotación de riquezas en otras partes del continente americano, fuga de colonos, huracanes, plagas, enfermedades y otros desastres naturales, mantuvo en relativo abandono a una gran parte de la población. Mientras fueron estos grupos los que tuvieron que asumir parte de la defensa de su hogar caribeño contra las agresivas incursiones de piratas y flotas navales oficiales financiados por gobiernos monárquicos imperialistas buscando el control del Mar Caribe y sus valiosos archipiélagos. Estas luchas contribuyeron a forjar una conciencia de territorio nacional. Esta emergente nacional se expresó un 17 de agosto de 1797, cuando a los habitantes de San Juan repelieron el agresivo ataque comercial capitalista inglés que estaba armado con 67 navíos de guerra con 11,000 soldados, empeñado en controlar la capital San Juan y al resto de la isla borincana, la cual renombraron Puerto Rico.
Quizás todas estas primeras luchas de resistencia y búsqueda de libertad son la razón de fondo que nos ayuda a entender el por qué un archipiélago tan pequeño como el puertorriqueño ha sido la tierra ancestral de tantos campeones en el mundo de los deportes de intensa competencia como la poderosa Amanda Serrano, campeona en siete divisiones de boxeo profesional o Jasmine Camacho-Quinn, la magnífica boricua africano-americana y recién ganadora de una medalla de oro olímpica en la carrera de 400 metros con vallas. No obstante, hay que escarbar un poco más profundo.
Los colonizadores españoles caracterizaron a los indígenas taínos como “buenos flecheros” o diestros guerreros en el arte del arco y la flecha. Los africanos traídos a la isla como esclavos y sus afrodescendientes boricuas también se destacaron como buenos guerreros. Fueron estos últimos -los llamados pardos y morenos- que ya eran la mayoría de la población, los que defendieron su nuevo hogar nacional desafiando la invasión inglesa imperialista que intentó controlar la isla un 17 de agosto del 1797 con una armada naval de 68 buques y cerca de 14,000 soldados, lo que hoy conocemos como la Batalla de San Juan, lugar donde fue el ataque principal de los ingleses. Dicha batalla fue también protagonizada por campesinos y trabajadores provenientes de otras partes de la isla igualmente dispuestos a defender el territorio de sus hogares contra los invasores ingleses.
La batalla se extendió a través de la costa noreste donde las tropas inglesas invasoras fueron confrontadas por comunidades de afro-boricuas libres (muchos de ellos esclavos fugitivos de las colonias en el caribe controlado por Inglaterra y Francia). Fueron dos semanas de batallas sanguinarias, durante las cuales los puertorriqueños, con mucho sacrificio, forzaron la huida del poderoso enemigo inglés.
A fin de cuentas, fue una confrontación entre un ejército informal, mal equipado y descalzo formado de criollos trabajadores de tez pálida, morena y negra, gente del campo y de la ciudad, jornaleros, artesanos, pescadores y jíbaros (campesinos) y el poder militar del emergente centro imperial capitalista en el mundo. Aunque la artillería del régimen colonial español jugó un papel significativo, parte importante de su aparato militar estaba desplegado contra la naciente revolución haitiana en la isla vecina caribeña.
Lo cierto es que las masas puertorriqueñas que lucharon contra la invasión lo hicieron principalmente en defensa de sus vidas, sus tierras y su hogar. Su lucha estaba entramada dentro del marco del imperio inglés que se había convertido en el acaparador de colonias más grandes del mundo, liderado por una pujante clase empresarial capitalista. Desde esta óptica podemos ver a la batalla de San Juan en 1797 como un preludio de las futuras luchas contra el yugo colonial y la explotación capitalista en otras partes del mundo.
En resumen, podemos observar como la formación nacional puertorriqueña está principalmente enraizada en indígenas Taínos, marinos, soldados y trabajadores españoles, cimarrones africanos que recrearon sus vidas tanto en el interior de las montañas donde escaparon al control del gobierno colonial como en el corazón de las ciudades donde lo resistieron, combatiendo además contra enemigos imperiales externos. El espíritu de independencia que animó la lucha libertaria de estos grupos de pobladores legó su ADN de lucha social a sus descendientes puertorriqueños. En nuestra próxima entrega veremos cómo los cambios sociales y económicos profundos que estaban ocurriendo durante la Batalla de San Juan alteraron la vida puertorriqueña durante los tres siglos subsiguientes.