En este año electoral, el miedo, la incertidumbre y un rayo de esperanza dominan nuestra vida cotidania. En medio de las pandemias gemelas del mortal coronavirus y la violencia patrocinada por el estado, que incluyen asesinatos policiales, deportaciones y separaciones de familias, seguimos sumidos en el período de elecciones presidenciales más inusual de nuestras vidas.
Nuestro país está profundamente dividido. Ambos bandos se vieron obligados a votar por un candidato que no les interesaba especialmente. Sin embargo, temían más lo que haría un candidato triunfante del otro partido.
Un bando quería “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Esa es la visión de un país que alguna vez brindó oportunidades para muchos, generalmente basadas en privilegios o color, pero nunca fue “grandioso” para todos, particularmente los pobres, las personas de color y los inmigrantes. Además, es un Estados Unidos que nunca podrá volver a realizarse: el Estados Unidos de un trabajo bien remunerado con beneficios y un futuro seguro. La robótica y la automatización están reemplazando rápidamente ese sueño.
El otro bando quiere un Estados Unidos de la estatua de la libertad y los derechos civiles. Quiere que Estados Unidos tenga igualdad de oportunidades y servicios públicos, incluida una respuesta sólida a la pandemia del coronavirus. Ya que continúan defendiéndose de un estado policial y luchando contra el pisoteo de derechos humanos y civiles. Hasta ahora solo hay un rescate para los multimillonarios y Wall Street y no para el pueblo.
No podemos retroceder el tiempo. Solo podemos seguir adelante. ¿Lo haremos con el grito de Langston Hughes de “Que Estados Unidos sea el sueño que soñaron los soñadores … la tierra que nunca ha sido, y sin embargo debe ser, la tierra donde todo hombre [y mujer] sea libre?” ¿O caminaremos por el camino consstruído por un déspota, presente o futuro quien siembra odio y división?
Es hora de que los estadounidenses, ya sea que votamos Demócrata o Republicano en esta elección, busquen lo que tenemos en común como seres humanos. La nueva tecnología proporciona los medios por primera vez en la historia para satisfacer nuestras necesidades básicas y aún más, pero solo si nos unimos con tal propósito.
Mientras luchamos por deshacernos de la pesadilla que no desaparece, de el presidente Trump quien se niega a ceder el poder, debemos seguir involucrados. No podemos permitirnos bajar la guardia, incluso con un rostro diferente en la Casa Blanca. La verdadera democracia significa el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. No debemos permitir que nos la arrebaten.