Recientemente, el Dr. Kai-Fu Lee, inversionista de capital de riesgo, escribió lo siguiente a la comunidad tecnológica: “Pronto será evidente que la inteligencia artificial (IA) puede hacer la mitad de nuestras tareas de mejor forma y casi sin ningún costo”.
El inversionista también explicó que “esta será la transición más rápida que la humanidad haya experimentado jamás y no estamos listos para esto… No estamos listos para las masivas conmociones que ya están en marcha”.
La transición para pasar de la producción con mano de obra humana a la producción mediante el uso de robots es totalmente nueva y, aun así, para comprender la forma de abordarla, nosotros, los obreros del mundo, podemos aprender del pasado.
El Dr. Lee criticó a aquellos de sus colegas que no están intentando resolver el problema. “Lo que es aún peor… hasta se rehúsan a reconocer que el problema existe”.
El inversionista añadió que “Estos cambios ya están por venir y debemos decir la verdad y solamente toda la verdad… Estos serán tiempos mejores o peores. Si actuamos de forma racional y rápida, podremos disfrutar lo que es mejor, en lugar de hundirnos en lo que es peor”.
Y esto es muy cierto. Debemos hacer nuestra propia elección. Por un lado, podemos vivir en un plano de igualdad y felizmente en una sociedad de abundancia que la robótica puede hacer posible. Por otra parte, podemos vivir apiñados en pequeños apartamentos, durmiendo en las calles, o, en el caso de muchos, luchando en nuestros lugares de origen donde las fincas están fracasando. Si tan solo aquellos que detentan el poder nos dejaran vivir del todo.
Esto es lo que enfrentamos — y lo que nuestros hijos y nietos enfrentarán— si no retomamos nuestra sociedad y la reorganizamos de una forma en que el hecho de poder vestirnos, alimentarnos y contar con una casa ya no solo se pueda lograr al desempeñar trabajos que ya no existen.
Y si bien hemos enfrentado esta elección con anterioridad, nuestros ancestros tomaron el control de sus vidas y efectuaron grandes cambios, ya fuera al organizarse o al participar en huelgas para lograr salarios dignos en la industria textil de los Estados Unidos, o al dividir las fincas de los latifundistas en la Revolución Mexicana.
La decisión es nuestra.