Llegó el momento de prepararse, pues se acercan cambios
“La gente se está enloquciendo,” explicó un mecánico automotriz al periódico The Washington Post en diciembre anterior, al describir la reacción que surgió entre otros mecánicos sobre el fin de sus puestos de empleo, lo cual es algo que ya se aproxima. “El 90 por ciento de toda nuestra industria no ha hecho nada —absolutamente nada— para prepararse”.
Lo que este mecánico está diciendo es cierto para la sociedad en general. La rápida destrucción de puestos de empleo es el elefante en la habitación que la gente casi no puede ver —y que nadie se atreve a mencionar—, ya que es algo que parece estar fuera de lugar. Además, los políticos tampoco están haciendo nada —absolutamente nada— para prepararse.
Pero no tiene que ser de esta forma. Por primera vez en la historia, la revolución tecnológica que está ocurriendo actualmente está haciendo que la mano de obra humana sea innecesaria. Si se aborda de forma adecuada, experimentaremos lo más cercano al paraíso que la humanidad haya conocido jamás. Si se aborda de forma inadecuada, habrá mucha gente que se lamentará.
Para que podamos sobrevivir, es necesario que surja una revolución sobre la forma en que distribuimos lo que produce el mundo. Bajo esta situación, cada uno(a) de nosotros, trabajando tan poco como sea necesario, podremos contar con lo que necesitamos y más —sin necesidad de tener tres trabajos diferentes o de trabajar hasta 60 horas a la semana.
Pero la consecución de este cambio tan fundamental significa recuperar nuestro mundo, que está en manos de unos pocos oligarcas que “poseen” la mitad de la riqueza. Esta riqueza les permite comprar el poder necesario para tomar las decisiones. Esto no es una opción, sino una necesidad.
Durante generaciones, los sistemas de clase de capitalistas y obreros, latifundistas y campesinos han permitido que las personas comunes sobrevivan, algunas veces con dignidad. Los ricos y poderosos —los oligarcas— han tomado lo que se ha producido y devuelto lo suficiente para que podamos seguir vivos.
Pero ahora, con la robótica, nos están eliminando por completo de la ecuación. Ya no nos necesitan a nosotros, la clase obrera, la mayoría. El viejo sistema ya no funciona y necesitamos una nuevo.
La buena noticia es que nosotros trabajaremos — o al menos nuestros hijos— mucho menos y tendremos más tiempo para disfrutar la vida. El reto radica en que nosotros, la clase trabadora, podamos lograr por cuenta propia que esto llegue a materializarse.
¡Es todo un reto! ¡Es toda una oportunidad!