Apocalipsis: un nuevo comienzo

Nuestros gobernantes no son aptos para gobernar. Podemos hacerlo mucho mejor nosotros mismos.

En los últimos días y semanas hemos presenciado una devastación masiva y muerte en Juchitan, Oaxaca y la ciudad de México debido a terremotos, tormentas monstruosas causando desastres en Houston, Texas, porciones de Florida y todo Puerto Rico y las Islas Vírgenes, inundaciones en Texas y California, y los fuegos mortales, horribles en el valle de Napa Sonoma de California.

Paralelamente a estos desastres “naturales” presenciamos el sufrimiento y la consternación causados por las acciones de nuestro 45º presidente Donald Trump. La administración está separando las familias, pisoteando los sueños de los estudiantes del DACA, militarizando las fuerzas fronterizas y policiales a nivel nacional, atacando y saboteando los programas de salud para todos, destruyendo las protecciones ambientales y mucho más.

Sus acciones promueven la división racial, de género y religiosa—y no la unidad y el bienestar del pueblo. Su dura actuación amenaza con llevarnos al borde de la guerra con Corea del Norte y otros países.

¿Cómo hacemos sentido de todo esto?

Algunos hablan de día de condenación y el próximo “apocalipsis” o final del mundo. Sin embargo, en el Libro de Revelaciones “apocalipsis” tiene significado diferente. Significa “una visión de los secretos celestiales que pueden dar sentido a las realidades terrenales”. Habla de la victoria final del bien sobre el mal y del fin del presente.

En este contexto, los desastres climáticos mundiales que estamos presenciando y la brutal dictadura corporativa que el presidente Trump pretende imponer son una misma cosa. Se trata de desastres producidos por el hombre.

Si nosotros como humanidad no intervenimos pronto, el planeta tal como lo conocemos ya no podrá sostenernos, y seremos consumidos por la guerra nuclear, la peste, el hambre y la carencia total.

Estos son tiempos verdaderamente apocalípticos. Con la tecnología que existe podríamos tener un mundo de abundancia, donde viviéramos en armonía con nuestro medio ambiente, respetando a todo ser viviente, contribuyendo a su pleno potencial.

Sin embargo, tenemos que hacer una limpieza seria de casa. Ya no podemos confiar en el liderazgo, ya sea demócrata o republicano que ataca la ciencia porque advierte del peligro del calentamiento global; o que pone a nuestros jóvenes en peligro con guerras para controlar los recursos petroleros mundiales, cuando se dispone de recursos renovables no contaminantes como el sol y el viento; y que rescató Wall Street y Big Business en 2008, pero ahora se niega a ayudar a Puerto Rico porque le debe dinero a Wall Street.

Tenemos que ser cautelosos con los desarrolladores y otros tipos corporativos quienes se beneficiaron con el desplazamiento de la gente pobre de Nuevo Orleans después del Huracán Katrina; ellos quieren hacer lo mismo en Houston, Florida, Puerto Rico, etc.

Lo único que el presidente mexicano Peña Nieto les ofreció a las víctimas del terremoto en la ciudad de México fue una lotería para reconstruir casas para los ganadores. ¿ Y qué tal resto? Del mismo modo, el presidente Trump arrojó toallas de papel a las multitudes en Puerto Rico, no un verdadero alivio.

Estas acciones son una reminiscencia de la Revolución Francesa cuando la reina Marie Antoniette, trastornada por las multitudes que buscaban víveres, dijo “déjénlos comer pastel”. Nuestros gobernantes no son aptos para gobernar. Podemos hacerlo mucho mejor nosotros mismos.

RELATED ARICLES