Nace un nuevo sindicato de trabajadores del campo

Danny Weeden signs the contract
Danny Weeden firma el contrato mientras Ramon Torres lo mira.
FOTO: David Bacon

 

(Estos son extractos de un artículo más grande en esta histórica victoria, que puedes encontrar en su totalidad en nuestro sitio web).

Bob’s Burgers and Brew, una hamburguesería en la Cook Road salida de la autopista interestatal 5, cerca de dos horas al norte de Seattle, no parece un lugar donde los trabajadores agrícolas del noroeste del pacífico pueden cambiar sus vidas, mucho menos hacer algo de historia. Pero el 16 de junio, una media docena de hombres en ropa de trabajo juntaron algunas mesas en el área al aire libre de la hamburguesería Bob. Danny Weeden, gerente general de Sakuma Farms Brothers, pronto se unió a ellos

Después de intercambiar saludos amables, Weeden abrió cuatro carpetas y entregó copias de un contrato de trabajo que había tomado 16 sesiones de duras negociaciones. Así como fueron pasadas, las páginas de la firma, alrededor de la mesa, así las firmaron  cada persona. Weeden recogió su copia y se fue; los trabajadores tomaron el tiempo suficiente para vitorear y sacar fotos con sus puños en el aire. Luego ellos también se fueron.

 

shaking hands
FOTO: David Bacon

 

Fue un final tranquilo para cuatro años de huelgas y boicots, en la que estos trabajadores organizaron el primer nuevo sindicato de trabajadores agrícolas en los Estados Unidos luego de un cuarto de siglo Familias Unidas por la Justicia (FUJ).

Los miembros de Familias Unidas por la Justicia vienen originalmente de pueblos de Oaxaca y del sur de México donde se hablan lenguas indígenas que tenían siglos de existir, cuando los españoles colonizaron las Américas.

“Somos parte de un movimiento de los pueblos indígenas,” dice Felimon Pineda, vicepresidente de FUJ. Un inmigrante de Jicaral Cocoyan de las Flores en Oaxaca, él afirma que organizar el sindicato es parte de una lucha en contra de la discriminación que enfrentan los indígenas en México y los Estados Unidos: “a veces las personas nos ven como por debajo. Piensan que no tenemos derechos. Están mal. El derecho a ser humano es el mismo”.

 

Un trabajador vota
Un trabajador vota para ratifiar el contrato.
FOTO: David Bacon

 

Según Rosalinda Guillen, directora de Community2Community, una organización que ayudó a los trabajadores a organizarse, “La cultura indígena juega un gran papel, especialmente en el proceso de las decisiones colectivas. Los fuertes lazos de la cultura y del lenguaje dan al sindicato mucha de su fuerza”.

Los Sakuma Brothers Farms contrata cerca de 450 trabajadores cada año para recoger sus fresas y arándanos de junio a octubre, en sus campos de Burlington y Mount Vernon, Washington.

Aproximadamente la mitad vive en la zona y la otra mitad viene al norte para la temporada de recolección de Santa María, Madera, Livingston y otras poblaciones de trabajadores agrícolas en California. Los migrantes del sur viven en las fincas de la empresa durante la temporada de trabajo.

Los miembros de la FUJ ven su sindicato como parte de una comunidad más grande, y aunque sus miembros son inmigrantes, no son sólo residentes temporales. En los últimos cuatro años, Guillén especialmente ha luchado el estereotipo de los trabajadores agrícolas inmigrantes como mano de obra no calificada, transitoria.

“Siempre hemos sentido que somos personas invisibles. Nos tratan como si fuéramos desechables y es hora de poner fin a eso”, afirma. “Somos seres humanos y somos parte de la comunidad”.

(The American Prospect, June 26, 2017 – http://prospect.org/article/new-farm-worker-union-born)

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