2016: Una elección como ninguna otra

protests against President-elect Donald Trump
CIUDAD DE NUEVA YORK — “¡No es mi presidente!” Fue el lema de miles quienes protestaron contra el presidente electo Donald Trump.
FOTO: Jeremy Liebman

 

Estados Unidos ha entrado en una crisis política.

La oligarquía está tratando de dividirnos.

Sólo podemos ganar si nos unimos.

Miles de personas de Nueva York a California, Minnesota a Texas – hombres y mujeres, jóvenes y viejos, latinos, afroamericanos y anglosajones – han salido a la calle para protestar la victoria de Donald Trump.

La verdad es que, si Hillary Clinton hubiera ganado, también habríamos visto a miles de personas protestando.

No hay duda de que Trump es un racista y que él dirigió una campaña racista. Utilizó la vieja táctica de la clase dominante del racismo para dividir y conquistar a los trabajadores.

Prometió: “Los empleos volverán”, y luego prometió construir un muro en la frontera, México-Estados Unidos para detener a los “criminales” mexicanos de cruzar al país. Trump prometió la deportación de inmigrantes sin papeles, y prometió rescindir la orden ejecutiva del Presidente Obama que afectaría a los Dreamers.

Trump les dijo a los trabajadores estadounidenses que los inmigrantes indocumentados tienen la culpa de su desempleo y su inseguridad económica. Algunos trabajadores, entre ellos latinos, cayeron en el engaño.

¿Qué ofreció Hillary Clinton? Ofreció protección a las élites de Wall Street y para la guerra, pero no les ofreció nada a los trabajadores que están sufriendo y luchando por alimentar a sus familias. A la población latina le ofreció esperanza en la reforma migratoria. Pero 5 millones de inmigrantes han sido deportados bajo Obama, otro demócrata que hizo las mismas promesas.

Las elecciones de este año han demostrado que el país está en el comienzo de una crisis política total – un reconocimiento de que la sociedad se ha dividido en dos grupos distintos con diferentes intereses económicos y políticos.

Esos dos grupos son la pequeña oligarquía de Wall Street que posee la mayoría de las minas, molinos, granjas y fábricas, y la gran mayoría de la gente común – los trabajadores – que por generaciones han trabajado para producir la riqueza del país.

La crisis política evidente en las elecciones de este año demuestra que el país ya no puede ser gobernado de la vieja manera. Según las encuentas de Pew Research, “Menos de 3 de cada 10 estadounidenses han expresado su confianza en el gobierno federal en cada importante encuesta nacional llevada a cabo desde julio de 2007 – el período más largo de baja confianza en el gobierno en más de 50 años.

La confianza de los trabajadores en el sistema bipartidista de la oligarquía se está empezando a perder. Por ejemplo, alrededor de 90 millones de votantes registrados (43%) no votaron en las elecciones presidenciales. Algunos votantes eran apáticos, pero muchos sentían que ninguno de los candidatos representaba sus intereses, y no pudieron aguanterse su repudio y no votaron.

Trump y Clinton recibieron solo unos 60 millones de votos. Un tercio de los que votaron votaron no tanto por Clinton o Trump si no contra el otro candidato.

La gente está sufriendo en estados rojos y azules. Sus empleos han desaparecido. Los afortunados a duras penas logran sostener a sus familia con un empleo de salario mínimo.

Ni Trump ni Clinton tenían un verdadero programa de empleo para los trabajadores de esta nueva economía.

Ninguno de ellos habló de los efectos de la nueva tecnología robótica que ya no requiere mano de obra humana. Vaya a cualquier planta de automóviles en América, o alrededor del mundo, y verá más robots que seres humanos. Vaya a cualquier almacén de Amazon o instalaciones de UPS, y verá que los trabajadores humanos son escasos.

Este proceso comenzó hace décadas y ahora está acelerando exponencialmente. Los camiones sin conductor ahora entregan cerveza en Colorado, y los trabajos de tres millones de camioneros están en peligro. La revolución de alta tecnología no desaparece, y los empleos no están “volviendo”.

Así que los multimillonarios deben evitar que los trabajadores perciban su pobreza común y vean quién es su verdadero enemigo. Los gobernantes deben evitar que los trabajadores se unan como clase, la clase obrera.

Avanzar significa reconocer la división racial entre los trabajadores que Trump está tratando de ampliar. Particularmente en la comunidad latina, el programa de Trump para construir el muro, deportar a millones de inmigrantes y acabar con las órdenes ejecutivas de Obama como DACA y DAPA está teniendo su efecto.

Pero, por difícil que sea, los trabajadores tendrán que unirse, basados en nuestros propios intereses de clase, si vamos a ganar esta lucha y construir un mundo en el que podamos vivir. Si nuestras familias van a tener un futuro, depende de nosotros asegurarlo – juntos.

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