HIGHLAND PARK, MI–He sufrido mucha angustia en lo personal al presenciar Esta guerra contra los trabajadores. No soy el único. El pueblo se angustia a medida que su conciencia despierta. Pero la conciencia viene a costo de un precio, porque una vez que se despierta y se tiene conciencia no se puede uno echar atrás. El corazón se compromete y palpita sólo un poco diferente ahora.
Una y otra vez el escenario es el mismo y el ataque y el proceso por el cual la gente sigue siendo atacada es igual. Debe haber justicia, y los problemas deben ser corregidos para calmar a un pueblo molesto, quien sabe demasiado bien, que no fue él quien empezo ésta guerra, pero que la debe de ganar por el bien de la humanidad y el futuro.
Lo que está ocurriendo no es sólo la gentrificación de las ciudades pero el intento de eliminar a una clase y la falta total del respeto para la existencia humana. Hasta la tierra la cual tenemos la responsabilidad de cuidar y proteger corre un grave peligro y a la raíz de todo esto está el dinero.
Las leyes están siendo cambiandas para mejor implementar el ataque en contra de la tierra y la humanidad. Las nuevas leyes están siendo aplicadas para convertir el acto de la desobediencia civil en un crimen y convertir la lucha por el derecho a sobrevivir un delito. Intentan callar nuestros gritos y voces con cadenas. Nos multan, nos sancionan, nos encarcelan, y nos castigan para forzarnos a rendirnos y obligarnos a conformarnos. Hoy gobiernan las corporaciones y los jueces se doblegan a su voluntad.
He caminado en los piquetes de huelga con los Guerreros de Agua, los Guardianes de la Tierra, los Protectores de los Niños, los que exigen Alto a la Violencia, las Vidas Afroamericanas Importan (Black Lives Matter), los activistas contra Alto a los Manejadores de Emergencia, los de Alto a las Embargaciones, los de Nosotros la Gente, los de Recuperar Nuestras Calles, los de Caminando por la Justicia, el afroamericano, el blanco, el musulmán y una multitud de otros grupos… todos bajo ataque.
Nuestra fuerza está en la unidad. No es un puñado de pequeñas luchas que enfrentamos, pero un sólo ataque en contra de no sólo nuestra existencia sino en contra de nuestros derechos como seres humanos, contra lo que es justo para nosotros y nuestros hijos. Somos uno…. Ha llegado el momento, de ciudad a ciudad, de estado a estado, y sí país a país, para unirnos, para comenzar el establecimiento de las redes de trabajo y planificación de nuestra lucha. Cada uno enseña a uno. El disertante enseña a otros a disertar, el liderato y los organizadores entrenan a otros a líderar y a organizar para permanecer unidos en ésta guerra. De unos pocos cientos a unos pocos miles hasta un millón y creciendo, ahora es el momento de la rendición de cuentas y el respeto a nosotros, que somos uno.