Una rebelión en los campos de cultivo de bayas

 obreros agrícolas indígenas mexicanos
La huelga y la campaña del sindicato en la empresa Klein Management forman parte de un movimiento entre los obreros agrícolas indígenas mexicanos que se está propagando por toda la costa del Pacífico.
FOTOS: David Bacon

 

Al filo de los campos de arándanos azules del Valle de San Joaquín, cientos de trabajadores formaron una fila durante las altas horas de la madrugada del sábado 21 de mayo, listos para votar en una elección sindical. La mayoría vistió camisetas rojas adornadas con el águila negra del Sindicato de Trabajadores Agrícolas Unidos (UFW, por sus siglas en inglés).

En tanto salían los primeros rayos del sol, la fila avanzaba lentamente hacia las urnas. Ya para las 11 de la mañana, había finalizado la votación y los participantes observaban a un agente de la Junta de Relaciones Laborales Agrícolas de California contar las papeletas, cuyo resultado fue 347 a favor del sindicato, frente a 68 votos en contra. Así empezó un vitoreo.

La mayoría era de Oaxaca — mixtecos y zapotecos.  Como sucede con muchos de los 165.000 migrantes indígenas mexicanos en los campos de California, una gran cantidad no habla muy bien español. Según informó uno de los trabajadores, el capataz “los humilla, se burla de ellos y les dice que trabajan como tortugas”.

Debido a un conflicto en torno al precio por pieza (pago a destajo) impuesto por Klein Management, la empresa propietaria de la finca, surgió una rebelión de los trabajadores. En abril, la empresa estaba pagando a los recolectores 95 centavos la libra. A mediados de mayo, el precio se redujo a 70 centavos y posteriormente a 65 centavos la libra. Finalmente, la empresa anunció que reduciría el precio nuevamente a 60 centavos. Los obreros se rehusaron a recolectar productos a esos precios y empezaron una huelga.

Si bien la reducción del “precio por pieza” fue la causa más inmediata de la huelga, los obreros también tenían otras quejas. Para poder obtener un cheque de $700 en promedio, los trabajadores recolectan productos siete días a la semana. Y a pesar de un reciente fallo de la corte de que hasta los obreros que trabajan a destajo deben tener descansos pagados, el primer receso pagado en los campos de Klein Management no ocurrió hasta el día de las elecciones.

La huelga y la campaña del sindicato en la empresa Klein Management forman parte de un movimiento entre los obreros agrícolas indígenas mexicanos que se está propagando por toda la costa del Pacífico.  Las interrupciones laborales por parte de los recolectores de arándanos azules triquis y mixtecos han venido repercutiendo en la empresa Sakuma Farms en Burlington, Washington durante los últimos tres años. Allí, los obreros organizaron un boicot de Driscoll’s, la distribuidora de bayas más grande del mundo.

Hace un año, en el Valle de San Quintín en Baja California, miles de recolectores de arándanos azules y de fresas dejaron de trabajar durante tres semanas. Ellos se unieron al boicot de Driscoll´s, que también distribuye bayas de BerryMex, la mayor empresa productora del área.

La fuerza laboral compuesta por indígenas mexicanos a lo largo de la costa del Pacífico proviene de varias decenas de pueblos ubicados en Oaxaca y en varias partes de Puebla, Guerrero, Chiapas y Michoacán. Por consiguiente, las noticias sobre un conflicto laboral en un área se difunden rápidamente en otras regiones.

No obstante, los obreros de la empresa Klein Management no se inspiraron en otras huelgas para realizar la suya. Esto obedeció más que nada a  que, de todos los obreros agrícolas del estado, los indígenas,  que han llegado al área más recientemente, son los que reciben un pago más bajo.

Según una encuesta reciente, un tercio de los obreros indígenas ganó más del salario mínimo, un tercio informó que obtuvo exactamente el pago mínimo y otro tercio afirmó que ganó menos del mínimo, lo cual constituye un salario ilegal.

La abrumadora mayoría a favor del sindicato durante las elecciones podría lograr convencer a la empresa a que se siente a negociar. Sin embargo, Buck Klein, propietario de la empresa Klein Management, explicó a Lois Henry, periodista del Bakersfield Californian, que “el mercado es el mercado. Es lo que dicta nuestros precios. Aún si existe un contrato con un sindicato y negociamos un precio con ellos, es la misma cosa. El mercado es el mercado”.

La ley de mediación obligatoria de California señala que si el sindicato y el equipo directivo de una empresa no pueden llegar a un acuerdo sobre un contrato por primera vez, el sindicato puede llamar a un(a) mediador(a), el/la cual analiza las propuestas de ambas partes y recomienda un acuerdo. Si la Junta de Relaciones Laborales Agrícolas lo apoya, éste se transformará en un contrato con el sindicato.

Al respecto, Jessica Ruiz afirmó lo siguiente: “Trabajamos bajo el sol todo el día y yo no tengo ningún problema con el trabajo. Mi problema es con las cosas que nos hacen. He estado esperando esto durante mucho tiempo. Estoy muy orgullosa de nuestra gente y de lo que hemos logrado. Uno de los propietarios dijo que me enviarían a la cárcel cuando estuve atenta de mi gente. Pero no nos van a detener”.

Una versión de esta historia apareció en la revista titulada In These Times

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