El nacimiento de un activista

Eban Morales
Eban Morales de Highland Park, Michigan en la Marcha por Justicia de Detroit.
FOTO: Donada

 

HIGHLAND PARK, MI. — No es una opción electiva, éste nacimiento. Es el resultado directo de la implantación de las injusticias, fecundado por la avaricia y la despreocupación, que impregna a ciertos individuos cuando las injusticias tocan la puerta de su casa, y una realización que la existencia y toda la humanidad están bajo un gran ataque y que los poderosos de la clase dominante no tienen ningún respeto por la gente, la tierra o la armonía que existe entre la vida y la tierra.

Ésta manifestación involuntaria ocurre en éstos individuos en particular cuando la injusticia enciende la conciencia y sus ojos ahora abiertos, comienzan no sólo a ver lo que una vez les estaba oculto en la oscuridad pero sus sentidos despiertan ante el dolor de la gente, la comunidad y el mundo. Si algunos parecen ser ciegos ante el hecho de que hay una guerra que no se está llevando a cabo con bombas que caen del cielo o proyectiles disparados desde tanques ni municiones que cruzan el aire, pero las muertes son igual de severas, como la caída de los miles de niños porque las escuelas están siendo cerradas y están siendo despojados de la educación y la esperanza de un futuro.

El agua es cerrada como un medio para controlarlos, quitándoles su dignidad, mientras que sus hogares son apropiados, recordándoles cuán poco la humanidad significa en comparación a las ganancias del capitalista. Los barrios mueren y la gente desaparece y los que quedan se convierten en objetivos de los ataques, y no importa que tan quietos se mantienen, al final, sus esperanzas de pasar desapercibidos por los problemas que les rodean, son en vano.

Así es que vienen éstos individuos sin ninguna antecedencia en particular, nacidos por circunstancias lejos de su control o a menudo de la rabia, que deciden no ocultarse, no agacharse, u obedecer, pero en cambio resisten, marcan su terreno y no retroceden. Ellos rehúsan no ser escuchados y exigen el respeto a la existencia y justicia para el pueblo. Hacen pancartas, se forman en cadenas, gritan cantos con puños alzados mientras que golpean el pavimento soportando el calor, el viento implacable, la lluvia y el frío. Se mantienen largas horas en sus manifestaciones, se educan, se apoyan y planifican, no por reconocimiento, recompensa o fama sino simplemente por obtener la justicia para todos.

Éstos activistas ahora nacidos enfrentan dificultades mucho más mayores que ellos en su lucha para despertar a un pueblo dormido que ahora defienden contra entidades que no reconocen ni la ley o la humanidad, si no tienen un solo propósito: Ganancias. Sin embargo, el activista es rara la vez que es disuadido y no retrocede. Ellos reclaman cada pequeño paso como una victoria. Yo nunca pensé mucho en cómo un activista nace. Hasta ese día que un activista nació dentro de mí.

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