Donald Trump — burlador extraordinario

miembros del Congreso de Jornaleros de NOWCRJ
Los miembros del Congreso de Jornaleros de NOWCRJ llevaron vigilia para protestar por los ataques anti-inmigrantes del gobernador Jindal y el amparo contra la ejecución de Acción ejecutiva del presidente Obama el 18 de febrero 2015. | Mapa que muestra la “cesión” de territorio por Mèxico a los EE. UU. en el Tratado de Guadalupe Hidalgo 1848.
FOTOS: Ted Quant, davidduke.com

 

El príncipe payaso de los bienes raíces, Donald Trump, ha negociado su célebre eslogan ¡”Usted esta despedido”! a cambio por un eslogan más apropiado en la campaña presidencial de 2016: “Hagamos América Superior Otra Vez”.

Trump—racista, misógino y burlador extraordinario anglosajon—hace un llamado a la gente quienes opinan que los EE. UU. padece el peor momento de su historia. La condición que amenaza el porvenir brillante de los EE. UU. según la lógica de Trump, es una coalición que consiste de una base bastante amplia, comprendida por mujeres, mexicanos, musulmanes y afro americanos—todos listos y capaces de asaltar y aniquilar no sólo al hombre anglosajón blanco, el sostén principal de su familia, sino de totalmente desintegrar la sagrada institución de la familia.

Desde los crimines de odio inspirados por Trump en contra de los latinos y los musulmanes; desde el acto de decirle a Jorge Ramos que se regree a Univisión; desde la reacción visceral misógina en contra de la mujer; y hasta los comentarios abiertamente fascistas que proponen la deportación masiva de personas y familias sin tomar en cuenta las circunstancias de su estado de vivienda o de su patria; Trump ha puesto en camino una campaña exitosa basada en el miedo y el odio.

Aunque cualquier grupo que ataca puede ser intercambiable, no son escogidos al azar. Cada grupo surge de sus condiciones históricamente desarrolladas. Cada grupo puede ser sometido a un ataque debido a su posición actual en la sociedad.

La cuestión de la frontera sureña, por ejemplo, no se puede entender sin comprender la historia de la Guerra Mexico-Americana (1846), la cual estableció, en primer lugar, las condiciones para el establecimiento de esa misma frontera sureña.

En 1829, el segundo presidente de México, el afro-mexicano Vicente Guerrero, abolió legalmente la esclavitud. Los Estados Unidos era entonces una “esclavocracia” bajo el control de los propietarios de esclavos del Sur de los EE. UU. Ya después de sentirse nerviosos por causa de la liberación de Haití en 1804, los EE. UU. vieron ésta liberación como una amenaza en contra de su patria, en contra de su forma de vida. Así es que la cuestión de Texas, donde muchos propietarios de esclavos habían establecido sus hogares, se convirtió en gran importancia para la eslavocracia estadunidense, la cual ya estaba en pleno conflicto con el desarrollo de la industrialización del Norte.

La guerra por el territorio mexicano comenzó en Texas y fue impulsada por los intereses de los dueños de los esclavos. Sin embargo, la guerra más amplia que consistía en el control de un territorio mucho más grande, tuvo el efecto de unir los intereses de ambos, los dueños de los esclavos y los industrialistas del Norte. La unidad política y económica de las clases de propietarios sobre la cuestión de la confiscación del territorio mexicano se expreso bajo la bandera del destino manifiesto (la creencia de que los EE. UU. estaba destinado a poseer todo el territorio que ahora es los EE. UU.)

Principales figuras militares en ambos lados de la Guerra Civil Americana tomaron parte en la apropiación de las tierras contra México. Para los dueños de los esclavos, los nuevos territorios representaron nuevas tierras para la producción de algodón. Para los industrialistas del norte los nuevos territorios representaron una nueva frontera para los ferrocarriles y la producción industrial. La ideología del Destino Manifiesto de aumentar el país “del océano Atlántico al océano Pacifico” también significaba la adquisición de los medios  para poder alcanzar el mercado asiático, entonces controlado por el imperialismo europeo occidental.

El desarrollo consecuente del sudoeste estadounidense en las tierras que en un tiempo pertenecían a México, ha sido y sigue siendo dependiente en la represión de los salarios y el trabajo laboral de los pueblos de la frontera sureña.

Cuando la respuesta inmediata de Kelly Osbourne a la alegación de Trump de que México está mandando a los EEUU violadores sexuales—se convierte a la pregunta tan indigna como—“Si fueras a deportar todos los Latinos de éste país, luego ¿quién te va limpiar todos tus escusados”?, de ésta manera todo mundo se da cuenta de lo que está pasando. Desde el trabajo tipo agricultor a la economía de servicios, la mayoría de éstos trabajos indeseables localizados en la región del sudoeste de los EEUU, son ocupados por las manos de los trabajadores de Centro América y de México.

Esto no es nada nuevo, y además fue algo que se estuvo desarrollando a través del gobierno estadounidense en el siglo 20:  la importación y la exportación de la labor humana. El trabajador mexicano que reside en los Estados Unidos, cualquiera que sea su lugar de nacimiento, fue realizado a través de dos mayores, pero forzadas, migraciones en el siglo 20, el Acta de la Repatriación Mexicana y la Operación “Wetback”. Éstas son las mismas póliticas que Trump dice que va tratar de planificar e implementar en contra de la gente de la frontera sureña.

Únicamente por motivos de raza, Trump ha convencido a un sector de la población que él y ellos (la gente de los EE. UU. y los anglosajones pobres) han por fin compartido semejantes intereses a ¡“Hacer América Superior Otra Vez”!

Pero las condiciones reales de todos los trabajadores no se resolverán por los billionarios ni por una clase política que está al servicio de esos mismos billonarios. Los problemas de los trabajadores, que radican principalmente sobre la cuestión de poder encontrar trabajos apropiado para sostener sus vidas, se resolverá por el mismo pueblo trabajador.

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