¿Serán los ‘desposeídos’ la base de la Iglesia Católica?

migrantes mueren
El Papa animó a muchos inmigrantes a seguir luchando por sus derechos y tradiciones. | FALFURRIAS, TEXAS–Jose Torres (Derecha) acompaña a Eddie Canales (Izquierda) (South Texas Human Rights Center) en su revisión de los tambos azules que contienen agua para los inmigrantes que tratan de evadir el retén de la Patrulla Fronteriza de la carretera 281, cerca de 70 millas de la frontera Mexico-EE. UU. Muchos migrantes mueren en el verano debido al calor intense en su intento de evadir este retén.
FOTOS: Laura Garcia

 

El Papa Francisco hace un llamado para que los pobres y el planeta sean la mayor prioridad. Pero, ¿qué significa esto?

Un Papa que hable por los pobres y el planeta y diga que desea poner orden en la Iglesia Católica, eliminando toda su ostentación y glamur, y haciendo que los sacerdotes regresen a las calles con sandalias. ¿Qué significa todo esto?

En los Estados Unidos, a nadie le gusta pensar que son “los pobres”, pero en realidad, la palabra que se utiliza en la Biblia se traduce como “los desposeídos” —la clase del pueblo que en algún momento tuvo algo, pero los ricos los han despojado de lo que tenían.

En tiempos de Jesús, el Imperio Romano estaba ampliando a la fuerza su economía en el Medio Oriente, reemplazando las prácticas  autosuficientes de cultivo en los poblados con una agricultura bajo un sistema de haciendas. De esa forma, se estaba creando un mundo nuevo y despiadado de latifundistas y campesinos sin tierras —algunos obligados a ser esclavos, mientras que otros se veían forzados a buscar trabajo en los tugurios de otras ciudades.

Actualmente, se está llevando a cabo otro proceso de desposesión. Se está despojando a las personas de sus trabajos y sus hogares, y se les está obligado a huir de sus propios países, bajo un cambio cataclísmico orquestado por aquellos que son obscenamente ricos, junto con los gobiernos que compran con su dinero.

Detrás de este cambio se encuentra la revolución tecnológica que está expulsando a los seres humanos de un trabajo tras otro, reemplazándolos con máquinas y robots computarizados. Actualmente, el costo de la mano de obra ya no es el necesario para mantener vivos y saludables a los obreros, sino que es el costo de las máquinas que los reemplazan —unos $3,50 la hora y esta cifra continúa disminuyendo.

En otro mundo, el hecho de que las maquinas realicen nuestro trabajo sería como estar en el paraíso —donde las sociedades producirían lo suficiente para satisfacer todas las necesidades humanas con un grado mucho menor de mano de obra, y así todos tendríamos más tiempo para pasar con la familia y los amigos.

Sin embargo, bajo el régimen actual —la oligarquía capitalista— sucede todo lo contrario.  Bajo su control, el “surgimiento de los robots” se traduce en la pérdida de puestos de empleo, salarios más bajos, menos alimentos, alquileres más caros, el hecho de compartir vivienda con otros, personas en la indigencia y la necesidad de irse de un país a otro en busca de trabajo —un nuevo tipo de esclavitud. Y esta vez, la oligarquía tiene muy pocas razones para mantener vivos a los esclavos.

Actualmente, el reto para la Iglesia Católica — y para todas las iglesias y otras instituciones— es centrarse en los desposeídos.

Se debe vislumbrar un nuevo mundo en el que todos tengan lo suficiente (y surja la paz por esta razón), y será necesario organizarse para lograrlo. Al igual que los profetas del Viejo Testamento —como Jesús—, los miembros de la Iglesia deben pronunciarse en contra de la clase gobernante y desafortunadamente sus dirigentes deberán prepararse para pagar el precio de esto.

Cuando Jesús desarrolló esa visión, se organizó en torno a la misma y la difundió en Jerusalén. Con el apoyo de los romanos, la oligarquía lo ejecutó por ser revolucionario —Roma usaba la cruz sólo para ejecutar rebeldes. Cuando el Arzobispo Oscar Arnulfo Romero hizo un llamado a las tropas gubernamentales para que depusieran las armas, mientras los salvadoreños se sublevaban contra la oligarquía respaldada por los Estados Unidos, a él también lo asesinaron.

El Papa Francisco ha hecho un llamado a los católicos —de hecho, a todo el mundo— para que pongan fin a la pobreza y defiendan nuestro planeta. Al decir la dura y cruda verdad, de forma similar que lo hacen los profetas, él señaló las causas de la miseria: el sistema económico mundial de los oligarcas y la veneración de las cosas materiales que tal sistema engendra. Él sabe muy bien cuál es el precio que podría pagar por hacer todo esto —entre sus primeros actos, él procedió con la santificación de Monseñor Romero.

Aún así, el Papa Francisco viaja abiertamente entre la gente. Al priorizar a los pobres y al planeta, él está haciendo que la Iglesia regrese a sus raíces. Es por ello que su llamado es tan radical y es necesario que los fieles velen por que la visión del Papa se llegue a materializar —y que todos los sacerdotes y obispos sigan sus pasos.

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