La clase gobernante fomenta el racismo para poner fin a las crecientes protestas
La policía está asesinando a los jóvenes de la clase obrera de los Estados Unidos.
En Santa Rosa, California, Andy López (latino), de 13 años de edad, se dirigía a la casa de un amigo con una escopeta de aire comprimido, cuando el auxiliar de un alguacil le disparó siete veces, mientras se daba vuelta para ver por qué el agente le estaba gritando.
En Salt Lake City, Utah, Dillon Taylor (anglosajón), de 20 años de edad, iba saliendo de una tienda 7-Eleven mientras escuchaba música con sus audífonos, cuando la policía le disparó mientras gritaban órdenes contradictorias. Él falleció en el estacionamiento de esa tienda.
En Ferguson, Missouri, Michael Brown (afroamericano), de 18 años de edad, murió después de que un oficial de policía le disparara repetidamente tras de haberle ordenado que no caminara en la calle.
La lista completa incluye a cientos de jóvenes más. En el condado de Sonoma, California, donde Andy fue asesinado, desde el año 2000 más de 65 personas han muerto en manos de los agentes policiales—o mientras estaban bajo su custodia. En Albuquerque, Nuevo México, la policía ha perpetrado 37 asesinatos desde el 2010.
En Ferguson, por supuesto, la respuesta policial con tanques y gases lacrimógenos ante las protestas ocasionaron un alzamiento, por lo que el gobernador hizo un llamado a la Guardia Nacional.
En efecto, la movilización paramilitar en contra de los manifestantes en Ferguson—y la negativa de las personas de dar marcha atrás—fue la gota que derramó el vaso. De costa a costa, la indignación y la repugnancia han colocado la desmilitarización de la policía en la agenda nacional.
El propio Presidente Barack Obama planteó el tema y el Congreso de los Estados Unidos también lo ha sacado a colación.
Pero su preocupación repentina es simplemente un intento por calmar las aguas. Como legisladores millonarios al servicio de la oligarquía de Wall Street—el 1 por ciento—ellos tienen mucho que perder. Asimismo, los congresistas tienen presente que los asesinatos están unificando al país en contra de un gobierno de la oligarquía que es a la fuerza, no a través de una democracia.
Esa unificación es algo nuevo para la mayoría de los estadounidenses. Tanto los afro-americanos y los latinos como los anglosajones y los asiáticos por igual están presenciando cómo sus jóvenes—y otros—están siendo liquidados por las balas de las fuerzas policiales, con el respaldo de tanques y equipos de armas y tácticas especiales (SWAT, por sus siglas en inglés).
Amenazada por la indignación y la preocupación del pueblo, la oligarquía está intentando tildar a las víctimas de criminales y drogadictos—o simplemente de tontos y estúpidos—para que la gente piense que estas son las razones por la que ellos mismos se han buscado la muerte.
Y la oligarquía está organizando su táctica comprobada de dividir a la clase obrera de los Estados Unidos: el fomento del racismo.
Por eso es que los medios de comunicación resaltaron el alzamiento en Ferguson como un disturbio racial, a pesar de haber descrito como simples protestas las manifestaciones callejeras que ocurrieron de forma similar en Albuquerque en el mes de marzo y cuyos participantes fueron en su mayoría anglosajones.
Asimismo, los medios de comunicación están informando con un matiz racial lo relacionado a estos tiroteos: niño latino asesinado por un policía blanco (el caso de López); joven blanco asesinado por un policía afro-americanos (el caso de Taylor), y adolescente afro-americanos asesinado por un policía blanco (el caso de Brown).
Pero lo que lo que estos asesinatos tienen en común—y que unifica a una creciente cantidad de estadounidenses en contra de éstos—es que son ocasionados por la violencia policial en contra de la juventud de la clase obrera en general, en un momento en que los jóvenes se sitúan al frente de los ataques de la guerra económica de la oligarquía en contra del 99 por ciento.
Cada vez menos, les funciona el viejo racismo que divide y conquista. En vez de ello, se está desarrollando una nueva unidad—la unidad de la clase—y con ello la oportunidad de un establecer un mundo nuevo y valiente de, por y para el 99 por ciento.