Las raíces del problema y su solución
El asunto migratorio — la explotación y los malos tratos de millones de personas indocumentadas y sus familias en los Estados Unidos — ha originado mucha confusión y temor. Asimismo, han surgido protestas, marchas y expresiones públicas en torno a lo que es moral.
Con el respaldo de la clase capitalista que representan, el Partido Demócrata y el Republicano han lanzado campañas para catalogar a los trabajadores indocumentados como criminales. Esto ha dado origen a la profundización de una crisis humanitaria.
Esta crisis se ejemplifica de mejor forma mediante la política migratoria que adoptó Alabama. La nueva ley de inmigración de este estado ha instaurado un ambiente de temor y racismo, lo cual ha dado origen a que los asustados padres de familia inmigrantes no permitan que sus hijos asistan a la escuela, que las mujeres embarazadas teman dar a luz en un hospital y que las familias sufran debido a que se les corta el agua.
Los Estados Unidos no está solo en esto. El movimiento migratorio de las masas desempleadas en todo el mundo ha creado lo que ahora es una crisis humanitaria global. En casi todos los países, los gobiernos están planteando políticas y leyes que criminalizan a la víctima, al obrero inmigrante.
Para resolver la crisis migratoria, debemos analizar sus raíces — la época imperialista y las nuevas condiciones de la globalización.
En busca de las ganancias máximas, los capitalistas han hurgado al mundo durante muchos años. En
cada etapa del desarrollo, el capital ha creado y utilizado aquellas formas políticas que más fomenten sus ganancias.
Durante más de 100 años, esa forma ha sido el imperialismo estadounidense. Con el respaldo de las empresas militares de los Estados Unidos, diversas corporaciones que van desde la United Fruit hasta Conagra, desde la Standard Oil hasta la Chevron y desde la Anaconda Copper hasta la General Motors, han saqueado y sometido al pillaje a los países latinoamericanos y sus obreros.
Para mantener y sustentar su condición de “superpotencia”, los imperialistas corporativos de los Estados Unidos erigieron fronteras y prohibieron el libre movimiento de los trabajadores de mercado laboral a mercado laboral en todo el hemisferio. De hecho, el imperialismo estadounidense ha estado totalmente a favor de las fronteras.
En los años 1820, la Doctrina Monroe intentó prohibir que las naciones europeas recolonizaran los países latinoamericanos recientemente libres — protegiendo la independencia de España que había logrado Bolívar junto con otros revolucionarios latinoamericanos.
Pero en los años 1890, esto se transformó en un arma de la expansión corporativa de los Estados Unidos. Y al final de la Primera Guerra Mundial, ello se convirtió en la mampara detrás de la cual los capitalistas financieros de los Estados Unidos ejercieron su poder hegemónico y controlaron las Américas.
Una parte integral de la Doctrina Monroe fue la denominada diplomacia cañonera. El General Smedley Butler, que había comandado a los infantes de la marina estadounidense en México, Centroamérica y el Caribe, la describió claramente: “Pasé la mayor parte de mi tiempo siendo un “brabucón” de la clase alta para los grandes negocios, para Wall Street y para los banqueros. En resumen, fui un chantajista para el capitalismo.”
El imperialismo estadounidense significó la explotación y la pobreza de obreros en sus colonias directas, Cuba y Puerto Rico, al igual que en sus semicolonias dependientes en todo el resto de América Latina. El imperialismo permitió que los capitalistas estadounidenses y sus empresas ofrecieran a los obreros de este país un nivel de vida más alto — lo cual era un tipo de soborno para comprar su apoyo.
Si bien la crisis migratoria actual se encuentra arraigada en la época imperialista, la misma está surgiendo bajo las nuevas condiciones de la globalización.
Actualmente, las corporaciones de clase mundial están desviando su modelo económico para que pase de funcionar dentro de los mercados nacionales a establecer operaciones en todo el mundo. Para estas empresas, las fronteras nacionales se están evaporando rápidamente.
Al otro lado de un abismo cada vez más amplio se encuentra la creciente clase global de los obreros, los cuales se encuentran unidos por su pobreza y sus opresores en común. Pero la habilidad de los obreros de encontrar trabajo está limitada por las propias fronteras nacionales que el capital global ha abandonado.
La migración es uno de los resultados de la globalización — entre más grande sea el grado de globalización, mayor será el movimiento migratorio de los obreros. La producción globalizada necesariamente globaliza al productor.
Las inmensas marchas del 2006 y sus lemas — “Aquí estamos y no nos vamos y si nos deportan nos regresamos — revelaron la presencia del obrero global en los Estados Unidos. Ello también reveló la necesidad de un realineamiento político fundamental para establecer leyes e instituciones conforme a la realidad de la producción global y de los obreros globales.
Cualquier debate en torno a las leyes migratorias en el 2012 debe tomar en consideración la nueva realidad — que la inmigración no va a detenerse.