‘No es ético dejar que las viviendas se queden vacías’

En febrero, Rachel Nartin le dijo al Financial Times que “no es ético dejar que las viviendas estén vacías cuando hay gente que se está congelando hasta morir en las calles”.

Rachel y otros cuatro indigentes son precaristas en una vivienda vacía ubicada en Rochester, N.Y. Todos comparten los gastos de servicios básicos y reparaciones.

En la propia ciudad de Rochester se ha tomado un rumbo diferente con las viviendas abandonadas a lo que se está haciendo en otras viejas ciudades industriales. En vez de derrumbarlas, la municipalidad las está comprando y reparándolas, para después venderlas a familias de bajos ingresos.

Cualquier estudiante de tercer o cuarto grado le diría a usted que la solución para las personas indigentes es “dejarlas utilizar las casas vacías”.

Todavía no se les ha enseñado que esta es una idea ingenua.

Pero sí es cierto que cualquier sociedad decente valoraría a su gente y sus viviendas, y pensaría que resulta muy extraño expulsar a las familias de sus hogares, dejándolos vacíos mientras hay personas deambulando en las calles.

En este momento, Wall Street está haciendo precisamente esto –es una medida que refleja qué tan inmoral y disfuncional se ha convertido la sociedad en los Estados Unidos. Por supuesto, es una sociedad dominada por Wall Street y por un gobierno federal controlado cada vez más abiertamente por esta institución financiera.

A pesar de su control aparente, a Wall Street le está entrando el miedo, pues teme que la gente vea claramente la forma en que está manipulando la crisis de las viviendas para su propio beneficio.

Cuando salió a la luz pública que los grandes bancos estaban ejecutando las hipotecas de forma ilegal, ello generó el clamor y las protestas del público.

Ahora los periódicos informan que los grandes bancos desean un acuerdo rápido para “evitar reiniciar el enojo”.

Wall Street teme que crezca el movimiento de precaristas al que Rachel Nartin y sus amigos pertenecen.

Asimismo, Wall Street teme que, aún peor, la mayoría del país respalde a los precaristas y a quienes se les están ejecutando sus hipotecas –y que con ello, cambien las reglas del juego de forma permanente, de una vez por todas.

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