La batalla sobre las escuelas públicas de Detroit: Un comunicado desde el Distrito 2 (el barrio)

‘Estamos librando una batalla campal sobre quién controla el sistema escolar y no hemos perdido’

En julio del 2010, se me nombró como miembro del Consejo Escolar de Detroit – la única persona latina en esta junta compuesta por 11 miembros. Se había obligado al miembro electo del Consejo a renunciar debido a un escándalo menor. El resto de los miembros son afroamericanos.

Debido a la difícil lucha que se está librando sobre quién administra las escuelas en Detroit – los ciudadanos o las grandes fundaciones educativas – no ha sido fácil ser nombrada como miembro del Consejo.

Detroit es una ciudad afroamericana (85 por ciento) y los latinos representan entre el 5 y el 10 por ciento. Con un pequeño grupo de personas blancas que provienen de afuera y que controlan la economía de la ciudad, aquí en las bases estamos luchando sobre los recursos cada vez más reducidos y sobre el cierre de escuelas.

El cierre de éstas obliga a una mayor cantidad de estudiantes a irse del distrito escolar, mientras que el financiamiento federal es cada vez menos. La gente se va del barrio porque ya no pueden contar con una escuela. Por ello, se abandonan las viviendas y después se ejecutan las hipotecas. Se reduce la base fiscal, por lo que también disminuyen los ingresos estatales.

Las grandes fundaciones educativas han puesto sus ojos en Detroit porque éstas y sus escuelas semiautónomas pueden ofrecer servicios para llenar los vacíos que la educación pública no puede. Estas fundaciones pueden moldear las escuelas de la forma que deseen y ganar dinero al hacerlo.

El estado ha asumido el control de las escuelas en Detroit y, desde entonces, se han perdido millones de dólares en forma de depósitos en garantía. Se han vendido las propiedades escolares – bajo el control estatal, se han comprado hasta dos y tres veces en un período de dos días para venderlas a precios especulativos. Pero no se ha investigado a ninguno de los corredores de bienes raíces, ni a sus abogados o intermediarios.

La situación es grave para los estudiantes. Debido a que el personal que atiende al público en muchas de las escuelas latinas no habla español, los estudiantes bilingües se han vuelto invisibles. Cuando los padres de familia acuden a las escuelas, no hay nadie que los reciba o les pregunte qué necesitan.

Muchos padres de familia van donde sienten que son bienvenidos por otros latinos que hablan español y que no los ignorarán. Desde principios del año, cientos de latinos se han ido de las escuelas públicas de Detroit para acudir a las escuelas semiautónomas.

Los estudiantes de las escuelas públicas de Detroit se sientan hasta durante varias semanas en el auditorio o en la biblioteca porque las escuelas no tienen maestros para las clases requeridas. Por ejemplo, en la Escuela Secundaria Western, los estudiantes tuvieron que esperar durante seis semanas para tener un maestro de química.

Todo esto es un producto derivado de la privatización de las escuelas en Detroit. El efecto que esta privatización genera en nosotros es muy similar al efecto del Fondo Monetario Internacional en los pequeños países pobres, como Haití. Tenemos que hacer lo que ellos dicen – despedir a la gente, aumentar la cantidad de estudiantes por aula, fraccionar los sindicatos, eliminar la clasificación por antigüedad – y sólo entonces nos darán algo de dinero.

Pero encontraremos la forma de salir de esta terrible situación. Estamos librando una lucha campal sobre quién controla el sistema escolar, y no hemos perdido. Las fundaciones no han obtenido lo que desean: el control de las escuelas por parte de la alcaldía.

Ellos controlan al alcalde, para que el distrito escolar se convierta en algo así como su zona de recreación, en la cual puedan administrar sus iniciativas preferidas de “un buen vecindario” y “una excelente escuela”, hasta que algún desventurado director escolar o miembro del Consejo Municipal se les cruza.

Entonces se pueden llevar el dinero e irse a otra escuela. Esta práctica ya ha desestabilizado los barrios en los que estos “grandiosos” programas se aplicaron durante algunos años. Entonces, las fundaciones se trasladan al siguiente barrio y comienzan de nuevo con el mismo cortejo.

En tanto tengamos un consejo escolar electo, las fundaciones no podrán gobernarnos. éstas ejercen una gran influencia, pero ya existe un profundo resentimiento contra las fundaciones en la comunidad. Lucharemos hasta las últimas consecuencias contra la privatización y para oponernos al establecimiento de un régimen semiautónomo en las escuelas.

Aún si perdemos, nuestros estudiantes sabrán que luchamos contra esta adquisición y que no fuimos nosotros los que la propusieron. Este es un momento muy difícil para estar en el Consejo Escolar de Detroit; me siento honrada de ser una de sus miembros.

Hasta la victoria siempre.

(Elena Herrada es miembro del Consejo Escolar de Detroit por el Distrito 2).

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